La intervención quirúrgica de amigdalectomía consiste en la extirpación de las amígdalas palatinas de la orofaringe por completo incluyendo su cápsula mediante la disección del espacio periamigdalino, entre la propia cápsula y la pared muscular.
   Tradicionalmente se ha considerado como una intervención quirúrgica menor, pues efectivamente no implica muchos riesgos ni trastornos físicos inmediatos, pero sus complicaciones operatorias graves, e incluso mortales, persisten en el momento actual a pesar de los avances de las nuevas técnicas quirúrgicas desarrolladas para esta intervención. Los ORL, conscientes de estas posibles complicaciones, han comprendido que la mejor forma de evitarlas es considerando la amigdalectomía como una auténtica intervención quirúrgica, que debe de ser realizada en un quirófano correctamente equipado y con la colaboración indispensable del anestesista. Estas complicaciones pueden ser anestésicas, hemorrágicas y psicológicas. Las cifras de mortalidad más fiables son del 0'00006%.
 
 
   DATOS HISTÓRICOS.
   La historia de la amigdalectomía se remonta varios siglos antes de la era cristiana, cuando algunos pueblos orientales venían realizando esta intervención como práctica habitual en los casos de hipertrofia amigdalar o amigdalitis crónica. Desde el inicio de esta cirugía se conoció el riesgo potencia de hemorragia fatal.
   Una de las más antiguas descripciones de la técnica de amigdalectomía procede de Abisinia, donde era tradicional realizarla a los niños en su primer año de vida mediante técnica de estrangulación con una crin de caballo.
 
   Posteriormente en la época de los emperadores romanos Tiberio y Augusto, hace 2.000 años,  Cornelio Celso en su libro "De res medica" describe la intervención, siendo la primera amigdalectomía  de la que existe documentación. Este libro fue descubierto durante el pontificado del Papa Nicolás V (siglo XV) y fue impreso en Florencia en 1478, convirtiéndose en uno de los textos básicos de la medicina renacentista. La importancia de este científico fue lo suficientemente impactante como para dejar su nombre a la sabiduría, pues de todos es conocido que el nombre Paracelso significa mas allá que Celso. Celso realiza la amigdalectomía por el moderno método de la enucleación. En su informe relata: “las amígdalas que permanecen induradas después de la inflamación, son llamadas antiades por los griegos; si se encuentran cubiertas por una membrana delgada, deben desprenderse por raspado a su alrededor y después arrancarlas. Cuando esto no es posible, deben elevarse con un pequeño gancho para extirparlas con escalpelo. Enseguida, es necesario lavar las fosas con vinagre y aplicar medicamento para reducir la hemorragia.” Como se puede comprobar, ya existía en esta época la idea de foco séptico amigdalino que tanta importancia va a tener en el devenir histórico de esta cirugía. También en su tomo VI de De Res Médica, afirma: “es de recomendar el arrancamiento de las amígdalas, porque el gran desarrollo de ellas provoca trastornos de la deglución, audición, voz, respiración y estado general”, haciendo en este caso alusión a la gran segunda causa de indicación de amigdalectomía: la hipertrofia amigdalina.
 

   Desde que se tiene una mejor documentación de la historia de la medicina, se tiene conocimiento de la aparición de una serie de instrumentos para realizar la amigdalectomía cuya finalidad era realizarla rápidamente al no disponer de anestesia y reducir el riesgo de hemorragia.

   Galeno diseñó una especie de pinza atrapadora para amputar la amígdala.  

   En el año 625 d.C., Paul de Aegina, prestigioso cirujano griego de su época, describe con detalle la amigdalectomía en su Epitomoe Medicoe Libri demostrando grandes conocimientos anatómicos y fisiopatológicos, desaconsejando la intervención cuando las amígdalas están inflamadas, contraindicación que sigue vigente en la actualidad.

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