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Evolución.
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Evolución de exudados y trasudados.
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Diagnóstico.
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Diagnóstico diferencial.
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Secuelas.
EVOLUCIÓN.
En el capítulo 3 se han descrito las fases evolutivas que sigue este proceso.
Evolución normal.
Comienza con una fase inicial de hiperemia por vasodilatación que afecta a la mucosa de trompa y caja. Esta vasodilatación bloquea la trompa y el tímpano se va enrojeciendo por la hiperemia de su mucosa. La congestión timpánica se inicia en la vecindad de la apófisis externa y mango del martillo. Posteriormente se van enrojeciendo los márgenes de la membrana y este enrojecimiento se va extendiendo al resto del tímpano y sobre todo es más manifiesto en el ático. Estos fenómenos producen dolor, sensación de plenitud auricular y discreta hipoacusia. En el niño coinciden con el comienzo de la fiebre.
La progresión de proceso inflamatorio producirá edema mucoso y derrame de exudado en la cavidad del oído medio. El derrame hace que los límites anatómicos del tímpano se vuelvan borrosos debido a su engrosamiento y cuando el derrame se torna purulento el tímpano se muestra protruido por la tensión acumulada en la caja. En estas circunstancias el tímpano aparece abombado, congestivo y opaco, a veces blanquecino, el dolor es intenso, hay un acúfeno de carácter pulsátil e hipoacusia. En este estado la fiebre alcanza su máxima expresión en el niño.
El proceso puede alcanzar su culmen con la necrosis de una parte del tímpano hasta que se desgarra espontáneamente y permite que el derrame del oído medio fluya al exterior. La perforación espontánea suele ir precedida de un dolor angustioso que despierta al enfermo y en el niño produce una gran inquietud. Tras la otorrea hay una remisión del síndrome general tóxico-infeccioso y particularmente del dolor.
La supuración se detiene y la membrana timpánica comienza a cerrarse hasta recuperar su integridad. En la fase de cicatrización la membrana puede dejar un molde de descamación epitelial que luego se desprende y a veces queda la señal de una cicatriz timpánica atrófica. La hipoacusia tiende a permanecer más tiempo que el resto de los síntomas. Cuando la evolución es muy buena, esta restitución "ad integrum" puede lograrse en 4-8 días.
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